domingo, 19 de septiembre de 2010

Domingo 19 de Septiembre

Historias de Michael y Michelle

- 8 -

Un lienzo al desnudo

Por Michelle Collingwood

Aquella noche, entré sigilosa a nuestra habitación. Tenía una cita con mis amigas, y le dije a Michael que llegaría tarde a casa. Al sumergir
me en la oscuridad que allí reinaba, encendí la tenue luz de la lámpara y él yacía dormido en nuestra cama. Parecía que recién se había bañado, tenía el pelo húmedo y alborotado, sus caderas estaban enfundadas en sólo un par de calzoncillos, la mullida sábana estaba corrida y dejaba entrever uno se sus velludos muslos. Sentí un ligero calor en mis mejillas al contemplarlo silenciosa y con ojos pecaminosos, así que, y volví a apagar la luz.

Me dispuse a bañarme y procuré no mojar mi larga cabellera para no mojar el edredón. Me vestí con un babydoll de seda color rosa pálido y mis panties de encaje a juego. Me tumbé a su lado y casi enseguida sentía los efectos del sueño.


En medio de la madrugada, los estruendos de una lluvia inesperada contra los cristales y el viento agitando las cortinas, me despertaron. Él también estaba despierto, y cuando me incorporé, con suma ternura me murmuró que me quedara en la cama, que él se ocuparía de todo; y procedió a cobijarme en la calidez del colchón.

Ya de vuelta, nos acurrucamos juntos. Los minutos pasaban y pasaban, casi imperceptibles. Con mis párpados pesados por el cansancio y medio embobada, sentí el ligero roce de sus dedos largos por mis hombros desnudos… Sentía cómo arrancaba estallidos de escalofrío de vez en cuando en mi piel. Y sutilmente iba abriéndose camino… Despojándome de mis ropas. Yo abrí los ojos como platos y el peinó con sus manos mis cabellos alborotados.

- Sólo quiero verte… - Susurró con una sonrisa maliciosa.
- ¿Verme? Pero me has visto varias veces… - Contesté media adormecida.
- Quiero ver tu expresión con el simple hecho de acariciar tu cuerpo desnudo. -Murmuró con un dejo de sugerente sensualidad contra mis labios.

Después de pensarlo dos veces, me dejé llevar, con una mezcla se pudor y vergüenza. El miedo y el temor de que mi cuerpo completamente desnudo iluminado por la luz de la lámpara, estuviera siendo escrutado por la mirada lujuriosa de Michael, se hacían cada vez más evidentes en mí. Con sumo cuidado, y deliberadamente despacio, él poco a poco me dejaba solo con el traje se Eva. E instintivamente, halé la sábana para cubrir mis pechos blancos, pero él me detuvo.


- Déjate llevar y quédate tranquilita, Michelle. –Dijo.


Con los ojos nerviosos, lo miré, y el me devolvió el gesto con una sonrisa. Cerré los ojos, y sentía cómo el deslizaba sus dedos… Sus manos… Sus palmas por mi piel sedosa y recién bañada. Los vellos de mi nuca se levantaron y abrí mis ojos para ver su expresión. Su rostro había cambiado de alguna manera. Pareciera disfrutar verdaderamente tenerme para él, como un pintor con un lienzo en blanco frente a él, listo para ser impregnado de arte y de color. El camino que trazaban sus manos, comenzaba en mis mejillas sonrosadas, y seguían por mi cuello… Sentía cómo él adornaba su recorrido con una llovizna de besos suaves por mi cuello y mis pechos pequeños de una manera exquisita, mientras procedía con su tarea de acaric
iarme.

Y así, como una brisa su
ave que levanta las arenas de un desierto caliente, sus manos con aires de sultán, magistralmente dibujaban paisajes de otras tierras en mi piel. Mi mente volaba en un vórtice de colores ilimitados y de vez en cuando abría mis ojos para fijarlos en los iris verdes de los suyos. Su boca entreabierta desataba palabras silenciosas y su pecho pálido subía y bajaba con un poco de dificultad. Pasó por mi vientre, acarició mis caderas, mi pubis, mi monte de Venus y siguió más abajo, hacia la extensa superficie de mis piernas.

Al final de su recorrido,
mientras sentía palpitar mi femineidad, mi piel tibia contra la suya, él me plantó un beso casi casto en mis labios húmedos y me abrazó mientras contemplábamos juntos la lluvia caer por la ventana. Y una vez más, junto a él, me sentía entre las nubes.