domingo, 19 de septiembre de 2010

Domingo 19 de Septiembre

Historias de Michael y Michelle

- 8 -

Un lienzo al desnudo

Por Michelle Collingwood

Aquella noche, entré sigilosa a nuestra habitación. Tenía una cita con mis amigas, y le dije a Michael que llegaría tarde a casa. Al sumergir
me en la oscuridad que allí reinaba, encendí la tenue luz de la lámpara y él yacía dormido en nuestra cama. Parecía que recién se había bañado, tenía el pelo húmedo y alborotado, sus caderas estaban enfundadas en sólo un par de calzoncillos, la mullida sábana estaba corrida y dejaba entrever uno se sus velludos muslos. Sentí un ligero calor en mis mejillas al contemplarlo silenciosa y con ojos pecaminosos, así que, y volví a apagar la luz.

Me dispuse a bañarme y procuré no mojar mi larga cabellera para no mojar el edredón. Me vestí con un babydoll de seda color rosa pálido y mis panties de encaje a juego. Me tumbé a su lado y casi enseguida sentía los efectos del sueño.


En medio de la madrugada, los estruendos de una lluvia inesperada contra los cristales y el viento agitando las cortinas, me despertaron. Él también estaba despierto, y cuando me incorporé, con suma ternura me murmuró que me quedara en la cama, que él se ocuparía de todo; y procedió a cobijarme en la calidez del colchón.

Ya de vuelta, nos acurrucamos juntos. Los minutos pasaban y pasaban, casi imperceptibles. Con mis párpados pesados por el cansancio y medio embobada, sentí el ligero roce de sus dedos largos por mis hombros desnudos… Sentía cómo arrancaba estallidos de escalofrío de vez en cuando en mi piel. Y sutilmente iba abriéndose camino… Despojándome de mis ropas. Yo abrí los ojos como platos y el peinó con sus manos mis cabellos alborotados.

- Sólo quiero verte… - Susurró con una sonrisa maliciosa.
- ¿Verme? Pero me has visto varias veces… - Contesté media adormecida.
- Quiero ver tu expresión con el simple hecho de acariciar tu cuerpo desnudo. -Murmuró con un dejo de sugerente sensualidad contra mis labios.

Después de pensarlo dos veces, me dejé llevar, con una mezcla se pudor y vergüenza. El miedo y el temor de que mi cuerpo completamente desnudo iluminado por la luz de la lámpara, estuviera siendo escrutado por la mirada lujuriosa de Michael, se hacían cada vez más evidentes en mí. Con sumo cuidado, y deliberadamente despacio, él poco a poco me dejaba solo con el traje se Eva. E instintivamente, halé la sábana para cubrir mis pechos blancos, pero él me detuvo.


- Déjate llevar y quédate tranquilita, Michelle. –Dijo.


Con los ojos nerviosos, lo miré, y el me devolvió el gesto con una sonrisa. Cerré los ojos, y sentía cómo el deslizaba sus dedos… Sus manos… Sus palmas por mi piel sedosa y recién bañada. Los vellos de mi nuca se levantaron y abrí mis ojos para ver su expresión. Su rostro había cambiado de alguna manera. Pareciera disfrutar verdaderamente tenerme para él, como un pintor con un lienzo en blanco frente a él, listo para ser impregnado de arte y de color. El camino que trazaban sus manos, comenzaba en mis mejillas sonrosadas, y seguían por mi cuello… Sentía cómo él adornaba su recorrido con una llovizna de besos suaves por mi cuello y mis pechos pequeños de una manera exquisita, mientras procedía con su tarea de acaric
iarme.

Y así, como una brisa su
ave que levanta las arenas de un desierto caliente, sus manos con aires de sultán, magistralmente dibujaban paisajes de otras tierras en mi piel. Mi mente volaba en un vórtice de colores ilimitados y de vez en cuando abría mis ojos para fijarlos en los iris verdes de los suyos. Su boca entreabierta desataba palabras silenciosas y su pecho pálido subía y bajaba con un poco de dificultad. Pasó por mi vientre, acarició mis caderas, mi pubis, mi monte de Venus y siguió más abajo, hacia la extensa superficie de mis piernas.

Al final de su recorrido,
mientras sentía palpitar mi femineidad, mi piel tibia contra la suya, él me plantó un beso casi casto en mis labios húmedos y me abrazó mientras contemplábamos juntos la lluvia caer por la ventana. Y una vez más, junto a él, me sentía entre las nubes.

lunes, 14 de junio de 2010

Historias de Michael y Michelle

- 7 -
Placeres reanudados
Por Michelle Collingwood
Viernes, 12 de Junio 2010


Las ramas de los árboles se mecían perezosas bajo mi distraída mirada aquella mañana, mientras pensaba qué cantidad de ropa debía llevar para mi viaje de trabajo. Habíamos hecho muchos progresos en la oficina, y mi jefa estaba contenta conmigo. Pocos días después, se presentó una jornada de capacitación que tendría lugar en otro estado y ella no dudó en comunicarme tan atractiva noticia. Me llamó para asistir, por lo que, en mi mar de ansias por crecer profesionalmente, acepté sin muchos rodeos. Debía irme a Delaware y hospedarme en el hotel anfitrión del evento por 4 días consecutivos.

Por otro lado, Michael y yo habíamos tenido problemas… Otra vez. Luego de haber discutido con él, aquella tarde de Mayo, pensé muy a mi pesar: “Lamentablemente, el amor no lo es todo en una relación”. Ese día había quedado devastada a raíz de unos comentarios (sin mala intención alguna, pero igualmente hirientes) que él había hecho. Sentía como una sombra inexistente se cernía de una manera imperceptible, pero ponzoñosa sobre nosotros y nuestra relación. Esa noche, mis almohadones, mi almohada y todos los demás habitantes de mi cama, se vieron mojados por mis lágrimas saladas, en un intento infructuoso por librarme de la frustración y de la incertidumbre.

Mi mente andariega volvió al presente, en el que Michael y solo somos buenos amigos que compartieron meses de felicidad, y lo imaginé… Rozando unos cabellos que no eran los míos, besando una boca que no era la mía, sujetando con su fuerza masculina unas caderas que no eran las mías… Tomando entre sus manos grandes y ásperas una chica sin rostro y de repente, así sin avisar, una lágrima discreta se escabulló por mis mejillas sonrosadas hasta llegar a la comisura de mis labios. La sequé rápidamente, y me apresuré para terminar y abordar mi avión lo antes posible. ¿Debía decirle a Michael que me marchaba por unos días? Técnicamente no tenía responsabilidad alguna, pero una vocecilla diminuta me susurraba que si… Otra,, sin embargo, por otro lado, sonando incluso más fuerte, me decía que no.

En el denominado "Primer estado" llovía cuando llegué al Rehoboth Beach Hotel. Se trataba de una ciudad con hermosas costas y pensé con dolor que no iba a tener la oportunidad de estrenar mi bikini nuevo. Luego de la ruptura con Michael, decidí dedicar tiempo para mí, a mimarme, a conocerme, a ponerme bella. Compré lencería de encaje, combinados, con tonos coloridos; otros tenues y suaves; solo para experimentar y ver que tan linda podía sentirme.

Al día siguiente, me dispuse a tomar un buen desayuno y asistir a mi seminario. Miré con alegría la tímida, pero brillante luz del sol que me sonreía por los pliegues de las cortinas de las ventanas. La imagen de mí misma con mi bikini, una piña colada servida en un coco, con sombrillita incluida, y mis dorados cabellos ondeando y jugueteando con la brisa playera animaron mis pensamientos.

Las charlas, los talleres y demás, estuvieron magníficos ese día. Me sentí enormemente emocionada por aprender cada vez más, en un lugar diferente de mi lugar habitual. Al terminar las largas jornadas, me dispuse a caminar por las calles de Delaware, incluyendo el histórico Fort Delaware State Park. Con una coqueta mini falda color rosa y un refrescante top blanco....Andaba justo como a Michael le gustaba verme. Sencilla. Simple. Linda. Mientras caminaba,distraída, sentí una corriente fría correr entre mis dedos blancos, haciendo eco del vacío que él dejó entre ellos. Solíamos caminar juntos tomados de la mano. Solíamos sonreír uno al otro. Solíamos robarnos besos. Solíamos ser felices.

Dejando atrás las memorias, iba tomado fotos a cualquier cosa que me gustara. Al final de mi día, me dispuse a tomar una copa en un bar del hotel, y luego subí a la muda soledad de mi habitación. Con la lencería nueva abrazando mi piel, y habiéndome dado un baño con aceites y cremas aromáticas, mi cama me dio la más cálida de las bienvenidas. Eran las 12:30.

En medio de la madrugada, vi el reloj. 1:45. Algo me despertó, y no identifiqué con exactitud que fue.

2: 05. Un ruido fuerte y seco en la puerta, me despertó con más ahínco. Pensé que era alguien que se había equivocado de habitación, así que tomé mi sábana, me envolví en ella, y fui a abrir.

Mi asombro fue tal que me quedé literalmente petrificada. Era Michael.

Su silueta oscura se iluminó con sus deslumbrantes ojos verdes y se posaron en mi rostro, aún en shock. Del otro lado de la puerta, inconscientemente, solté mis sábanas. Había perdido las fuerzas y mi cerebro tardó en emitir mensajes de motricidad a mis extremidades.

- Hola… - Dijo en un susurro.
- Michael… Yo… Eh… Mmm… Eh… Hola.
- ¿Cómo has estado?
- Bien… ¿Pero, qué haces aquí? ¿Cómo te enteraste de que yo...?

En ese instante, sólo sentí su peso sobre mi cuerpo, encerrado en un abrazo posesivo. Sentí en él las tantas cosas que no sabe explicar con palabras claras y llanas.

- Tengo mis contactos, y créeme cuando te confieso que no te he perdido la pista ni un solo instante. Escucha, iré directo al grano: Michelle… Yo te amo. Tan sencillo como esas tres palabras. No soporto el hecho de tenerte lejos. Simplemente, la mera idea, me hace daño… Me molesta... Me duele. Yo he venido por ti, porque te necesito, porque te quiero, y estoy dispuesto a hacer hasta lo imposible por que vuelvas a mis brazos.

- Pero… Ahora estoy en ellos… - Dije sarcástica, pero sin humor alguno.
- Muy graciosa… Sabes perfectamente a qué me refiero.
- Me dejas ponerme… ¿Algo más de ropa?
- ¿Segura que quieres vestirte para mi? - Preguntó con una sonrisa socarrona.

Él me miró con una expresión entrañable y sensual. De pronto, sentí que ponía en evidencia mis deseos por él y mis mejillas ardían de la vergüenza. Él cerró la puerta, y en la penumbra de mi habitación, a la tenue luz de la luna que se colaba por los ventanales, con el ruido al fondo de las olas en un eterno vaivén, el me susurró: "Solo dime que quieres que me marche… Y lo haré."

Le lancé una mirada culpable. No quería que él se marchase. Y lo sabía. No quería dormir otra noche más percibiendo la helada soledad de mi habitación. Aquella noche, no. Desvié la vista hacia abajo, y él deslizó un dedo blando y largo por mi abdomen, mientras susurraba: “Te he extrañado como no te lo imaginas. He extrañado tus sonrisas, tus abrazos, tus susurros, tu pelo… Tu piel”.

Comencé a temblar ligeramente, y me volteé. “Las cosas no son como antes, Michael… A veces, me cuesta dejar atrás lo que ha pasado. A mi mente llegan recuerdos, palabras, frases... Además no sé, no sé... Yo no sé si tu…”

- No Michelle. Mis labios no han probado otro sabor más que el de los tuyos. Si es lo que tu mente maquinadora e imaginativa está pensando. ¿Cómo puedes si quiera pensar una cosa así? ¿Es que no te das cuenta? ¿No lo percibes? ¿No lo sientes? ¿No notas que mi expresión cambia en el preciso instante en que mi mirada se cruza con la tuya?

Luego de aquellas palabras lanzadas directamente como un dardo, el me miró con intensidad. Yo lo observé dudosa y comencé a hilar frases ininteligibles, con un tono tartamudo, mientras él se acercaba lentamente; y muy despacio, susurró contra mis labios húmedos: “Vuelve conmigo y déjame amarte... Por favor...”

En ese instante, mis defensas llegaron a su límite, y me dejé llevar por la magia de su beso fogoso y hambriento. El sabor insípido de su saliva era como un licor embriagador para mí. Enterró sus manos entre mis largos cabellos y susurraba a mi oído palabras de amor. Él había viajado hasta allí solo por mí... Para estar conmigo... Para volver a ser "nosotros".

Michael regó besos tiernos en cada pliegue de mi piel ansiosa, mientras deslizaba sus manos por debajo del baby doll que cubría los cheekies de encaje suave. Yo me aparté algo nerviosa, y el me miró con cariño y dijo: “¡Tan linda! Escucha, estás conmigo, amor y no pasará nada que tu no quieras… Simplemente déjame sentirte y dame la dicha de dormir a tu lado… Abrazado a tí.”

Tímidamente lo fui despojando de su chaqueta y su camiseta. Acariciaba su vasto pecho suavemente, con unas ansias renovadas y rejuvenecedoras. Parecía como si fuera la primera vez que nos veíamos así el uno al otro, mirándonos con admiración y con constantes sonrojos. Era tan bello vernos así… Destilábamos amor por cada poro de nuestras pieles pálidas.
Afuera, la sinfonía de la naturaleza se escuchaba cada vez más lejos, al tiempo que sentía cómo él me empujaba con meticulosa suavidad hacia el colchón, y una vez completamente desnudos, trazó con sus labios un camino delicioso desde mi cuello hasta mi abdomen, pasando por mis pechos y depositando millares de besos cálidos en mi cadera, de izquierda a derecha y viceversa, mientras retiraba con un par de dedos mi panty de encaje. Poco a poco yo me sentía en otro plano deslumbrante de erotismo y pasión. La lentitud de Michael me llevaba sutilmente al delirio y al éxtasis.

Me lanzó una mirada lasciva y una sonrisa gatuna y sensual se vislumbró en su rostro antes de bajar un poco más allá, rozando su lengua húmeda entre mis pétalos femeninos. Yo me retorcía temblorosa y mis labios se secaron de repente. Entre espasmo y espasmo, sólo podía pensar en él… Y en su lengua danzando magistralmente en mi húmedo interior. Hacía maravillas indescriptibles, movimientos circulares, otros, verticales, suaves y lentos, al tiempo que la sacaba despacio y lamía para volver a entrar sigilosamente en mí. Mi mente vagaba perdida por otros universos, y mis uñas se enterraban con furia en las sábanas blancas. Él se aproximó a mí, subiendo hasta la altura de mi rostro; yo le dirigí una mirada cargada de éxtasis, y abracé su cuerpo caliente al mío. Sus manos me tocaron entre mis pétalos humedecidos… En mi sexo hinchado. Luego llevó ese dedo culpable, a la boca, lamiendo la respuesta natural de mi cuerpo hacia él, y mientras yo lo miraba embelesada por tan erótica escena, llevó su dedo la mía para que yo fuera testigo de la evidencia del placer.

“Me encanta tu sabor. Simplemente me encantas toda tú.” – Susurró contra mi oído.

Y lenta, muy lentamente, acurrucó mi cuerpo excitado entre sus piernas, y recostó mi cabeza en su pecho para que me dejara amar una vez más por él.

Aún no estoy segura, pero me pareció escuchar un “Gracias, mi amor”, muy a lo lejos, entre sueños.

jueves, 10 de junio de 2010

Los recuerdos
(Por Michael Locke)
Créditos a J.J.C.P.


Era un jueves cualquiera, como todos los demás, cuando me levanté mojado en la cama, parecía haber llovido en mi almohada, todo mi pecho estaba empapado… Había estado llorando en mis sueños, en este, recordaba aquel momento en el que tú, mi queridísima Michelle, me miraste a los ojos con la cara tristona y me dijiste: - Michael, necesito un tiempo para pensar... –

Me levante de la cama y me dirigí al cuarto de baño. Justo frente al espejo, como si hubiera entrado a un hoyo negro, recordé aquel día en que tenias frio… Había prometido llevarte a casa esa noche… Nos encontramos en aquella vieja panadería y nos dirigimos a nuestro destino, llovía, pase sobre tus hombros mi camisa de trabajo y me abrace a ti para que no tuvieses frio… Ese día me enamore de ti. Llegamos a tu casa y te abrace junto a mi, no quería soltarte, había sentido el flechazo de Cupido… supe en ese instante estaba perdido en el amor…

Volví a mis cabales y me resigne a dormir…

- Tan linda – dije… Otra vez estaba soñando. – Ven y dame un abrazo.

Me levante llorando de nuevo al darme cuenta que era solo un sueño… mire a mi derecha y nada, mire a mi izquierda y nada… Era cierto, me habías dejado…



Otro día pasó… Aun estoy dolido, no dejo de pensar en ti… Tus amigas me aconsejan alejarme, pero te amo tanto que no soporto estar sin ti… Te amo tanto que no soporto haberte alejado de mí… ¿Que tonto aleja a la mujer de su vida? Ese tonto soy yo…

Si pudiera echar el tiempo atrás, lo haría… Pero esto no es una película de Disney… ¿Qué hacer para volver a ti?



He de darte tiempo, me aconsejan… Eso intento… tuve que cambiar mi ruta de vuelta a casa luego del trabajo, los otros días te vi y no me atreví a saludarte. Me da miedo perderte para siempre… Ahora recuerdo aquel primer día en que comencé a hablarte por aquella red social tan famosa, recuerdo esa amenaza de muerte que me hiciste y aquel ultimo deseo que te pedí… Te note tan esquiva y eso me llamo la atención a ti… Y ahora que por fin has llegado a matarme, me pregunto, llegaras a cumplir mi último deseo, porque en realidad, Yo, Michael Locke, estoy muerto sin ti, Michelle Collingwood.

Tú te convertiste en música para mi silencio y me hiciste descubrir que mi vida es una obra artística junto a ti… Porque tú eres el color en mi vida…

sábado, 22 de mayo de 2010

Ella y él


Fue un bálsamo para su alma. Ella tuvo la dicha de compartir un momento breve, pero sublime aquella noche primaveral de abril. Afuera, las estrellas salpicaban con resignación el cielo nocturno; mientras que los labios de él visitaban la frente de ella en un gesto casto, depositando allí todo... Y nada. Él le abrazó, la acunó y acarició con una dulzura hasta entonces inusitada, como si de una niña pequeña se tratase. El amor entre los dos era un amor lejano e imposible, por lo que en ese entonces, ella atesoró cada mínimo detalle, cada momento y cada sensación en el baúl de su alma, como un regalo divino.

Solo en ese instante, como en un soplo, en un roce, sus labios se posaron en los suyos en un gesto mágico y casi irreal. El mundo enmudeció a su alrededor y sólo parecían existir ella y él. Todo parecía un sueño. Una fantasía. Una quimera.

Ella no buscó razones ni motivos. Solo lo vivió como una pieza más del rompecabezas de su vida y lo enterró en su memoria como el momento más bello jamás vivido.

sábado, 20 de marzo de 2010

A special song...

Wherever you will go
By: The Calling

So lately, I've been wonderin
Who will be there to take my place
When I'm gone, you'll need love
To light the shadows on your face
If a great wave should fall
It would fall upon us all
And between the sand and stone
Could you make it on your own

[Chorus:]
If I could, then I would
I'll go wherever you will go
Way up high or down low
I'll go wherever you will go

And maybe, I'll find out
The way to make it back someday
To watch you, to guide you
Through the darkest of your days
If a great wave should fall
It would fall upon us all
Well I hope there's someone out there
Who can bring me back to you

[Chorus]

Runaway with my heart
Runaway with my hope
Runaway with my love

I know now, just quite how
My life and love might still go on
In your heart and your mind
I'll stay with you for all of time

[Chorus]

If I could turn back time
I'll go wherever you will go
If I could make you mine
I'll go wherever you will go

jueves, 18 de marzo de 2010

Memorias de un hombre enamorado
Por Michael Locke


¿Cómo llegué a amarte?

Hurgando entre mis recuerdos de ti, una noche estrellada de abril, intenté descubrir cómo llegue a enamorarme de ti, de tus sonrisas, de tus sueños, de tus miradas, de tus anhelos. Dichoso el día en que mis ojos se posaron en tu cuerpo y nuestras existencias coincidieron en una misma hora y en un mismo lugar. Dichoso el día en que me abriste las puertas para llegar a ti.
Cuando reparé en el hecho de que te quería solo para mí como un niño egoísta, desde que me abrazaste por primera vez, me di cuenta que te quiero. Eres mi niña. Sabes a ternura y a alegría. Sabes a fantasía y a deseo. Traes felicidad a mi vida con un simple destello de tu mirada.

Hoy he de confesarte que me encanta besarte. Amo tornar carmesí la piel sensible de tus labios rosados cuando se hinchan de placer. Amo hacerte reír. Amo hacerte feliz. Amo empuñar tus cabellos y tomar posesión de tu boca. Amo tu tacto, tus caricias y cada roce de tu piel entre mis dedos. Amo que me llames “mi vida”. Amo ser tu amor. Amo descubrir mi presencia en tus suspiros. Amo ser prisionero de tus sueños y protagonista de tus realidades. Amo cuando arrastras ansiosa cada letra de mi nombre. Amo enloquecer por ti. Amo que pierdas la compostura cuando te tengo cerca. Amo cuando nuestros cuerpos convergen en una armonía perfecta. Amo hacerte estremecer con tan solo una de mis muchas miradas lascivas. Amo sentirte fogosa y dulce cuando te provoco. Amo verme reflejado en esa, tu mirada enamorada. Amo verte sonreír cada vez que me ves aproximándome a ti. Amo cuando te encadenas a mi cuerpo en un abrazo posesivo.


Y es que, te has convertido en música para un mi silencioso mundo. Me has hecho descubrir que mi vida es una obra de arte, y de paso, has traído puro color a sus líneas imperfectas.


Déjame calar cada vez más hondo en ti. Déjame mostrarte las muchas maravillas que esconde mi alma tras sus pétalos.

Permíteme, mujer, compartir mi esencia contigo y juntos, hagamos de la vida un sueño y de los sueños toda una vida.

Irremediablemente tuyo,

Michael

miércoles, 17 de marzo de 2010

Historias de Michael y Michelle

-6-
Martes 16 de Marzo 2010
De paseo por la mente de Diane
Por Michelle Collingwood


La tarde del martes, mi amiga Diane me dio la sorpresa de aparecerse por mi apartamento. Su hermoso rostro maquillado lucía abatido.

- ¡Di! ¡Qué sorpresa! – Le dije
- Hola Michy… ¿Cómo estás?
- Bien, bien. Es una verdadera sorpresa verte por aquí.

Nos sentamos un rato en medio de la sala de estar. Afuera hacía un paisaje de ensueño, entre la belleza de lo natural, en contraste con la belleza del concreto de los edificios. A juzgar por su mirada inquieta, deduje que tenía montones de cosas reprimidas que estaban a punto de salir y golpear el aire.

- ¿Qué te pasa? – Pregunté
- Yo… Eh… ¿Te gustaría acompañarme a la playa?

Sus palabras tenían un significado oculto. Ella buscaba algo más de tranquilidad. Buscaba la paz que sólo sabe ofrecer la naturaleza y sus maravillas. Decidí acompañarla y telefoneé a Michael para informarle de mi paradero.

- Cielo, estaré en la playa con Di.
- Genial. Me traes algo. – Bromeó él.
- ¿Qué quieres? ¿Granos de arena o un caracol?
- Amor, no creo que necesite más granos, ¿no crees?
- ¡Michael! - Exclamé entre risas

Oí su carcajada al otro lado de la línea y en un susurro me dijo que nos cuidáramos y que le guarde un trozo del chisme. “¡Qué hombre más chismoso!”- Pensé con cariño.

Así que, juntas nos dirigimos a la costa. La brisa fresca azotaba mi rostro risueño y sonrosado. Jugaba con mi cabellera e hizo malabares con ella. Yo me sentía simplemente feliz. A mi derecha, los cabellos caoba de Diane bailaban y lucían felices también, a diferencia de su dueña. Reparé en la tristeza inminente de sus ojos verde bosque y traté de adivinar el motivo.
- Brian… -Murmuré
- ¿Qué comes que adivinas? – Comentó con una mezcla de amargura y humor. –¿Nunca te ha pasado que una sombra se cierne sobre ti cada vez que intentas buscar la luz?

En seguida recordé la (que para ese entonces parecía linda y divertida) historia de Diane y su mejor amigo Marcus Jefferson. Me agradaba mucho en cierto modo sus personalidades conjugadas. Las cosas entre ellos parecían no requerir explicación alguna porque en el trecho que unía sus miradas, parecían descritos todos los sentimientos. Era complicidad, amistad, apoyo, cariño… Y deseo. Marcus le brindaba a Diane más que un hombro cálido en el qué ahogar sus pesares y tristezas, le ofrecía un par de oídos para escuchar sus palabras cuando era el corazón el que hablaba por ella. Le regalaba un abrazo de esos que te reconfortan hasta el más íntimo pliegue del alma. Él solía ser uno de esos chicos perceptivos y graciosos que te hacen reír con cualquier cosa y que en medio del humor, se dan cuenta hasta del destello distinto que puede tener tu mirada.

Su historia con él me recordaba a su amigo James Dampler, con quien compartí mucho más de lo que quisiera contar. James me conocía mucho. Tras su aura de risas y chistes, guardaba muchas cosas que aún en estos días no he podido comprender. Era simpático, le gustaba mucho el alcohol, los amigos, el mercadeo, la tecnología y las mujeres. Diane solía decir que le encantaba vernos juntos, porque teníamos mucha complicidad, y el era el “depravado” mientras que yo era la “tímida”. “Menuda combinación”- Sonreí por mis adentros.
Sin embargo, antes de Diane sumergirse en su aventura con Marcus, tenía un pasado hermoso y doloroso, y tenía nombre y apellido: Brian Marshall. El romance comenzó como muchos otros: Él no le gustaba, pero la buscó hasta debajo de las piedras, como si ella iba a aparecer entre una multitud de lombrices, hormigas y otros animales que suelen hacer sus hogares allí. Con el tiempo, su “amistad” crecía y crecía. Brian siempre fue, (al menos así lo percibí) de estos chicos sociales, el alma de la fiesta y sabe cómo ser dulce y encantador cuando quiere. De estas personitas que te agradan rápidamente. Pero luego se fue a vivir a Europa por un tiempo y ¡oh sorpresa! Ahora está de vuelta.

El brillo de la tarde se reflejaba en los ojos de Diane cuando me miró para decir:
- Brian es extraño, Michelle. Él desaparece y aparece como por arte de magia. Nunca puedo comprender del todo sus razones; es decir, puede ser tierno, expresivo y romántico, y a los pocos minutos tener un humor frío y distante. Lo que no comprendo es cómo demonios llegué e enamorarme tanto de él.
- No eliges de quien enamorarte, Diane. Si por eso fuera, las personas frías, crueles y malas, no tuvieran un amor, o mejor dicho, no fueran objeto de ningún delirio romántico.
- Tu y tus romances. Sueles vivir en un mundo idílico a veces, ¿sabías?
- En el mismo mundo al que te trasportas tú cada vez que Brian te mira. – Razoné.
- Ya… - Rió ella. El punto es que, no me lo he podido sacar. Se me ha hecho difícil y el nunca parece entender lo que con mis actos le explico. Yo… Quiero desatarme de él. Quiero ser libre y feliz, y vivir un romance en el que me pueda sentir querida, deseada y protegida, como el tuyo y el de Michael.

Sentí un ligero calor en las mejillas y no precisamente por el sol. Entendía perfectamente a Diane. Sobretodo, cuando arrastra las palabras “enamorarse” y “desatarse”. Me puse en sus zapatos y le comenté que el corazón a veces entiende con el tiempo, y de una manera lenta. No tienes un interruptor con el que puedas apagar la luz del amor. Lo curioso aquí es que, pese a que ella dice que quiere ser feliz, cando está con él, sí lo es. Pero también, cuando está lejos y “parece” olvidarlo, también es feliz.

- Dale tiempo al tiempo Di. Mientras tanto, piensa en ti. Reflexiona sobre lo que quieres, y bajo ninguna circunstancia uses a Marcus para olvidarte de Brian. Aunque, nadie sabe si al cabo de unos años terminas casándote con él. – Bromeé pícaramente.
- ¡Claro que no!- Se sonrojó ella.

El amor es algo curioso. Y así de curiosa es la historia de los romances de Diane. Uno salvaje. Otro tierno. Uno que no necesita explicación alguna. Otro que el nivel de explicación tiene valores negativos, porque no da ninguna.

Mientras Diane le sonreía a la costa inmersa en sus pensamientos, rogué en silencio que el tiempo le permitiera vivir una verdadera historia de amor.

Porque, definitivamente, todos necesitamos una.

domingo, 14 de marzo de 2010

Historias de Michael y Michelle

-5-

Domingo 14 de Marzo 2010
Más de un abrazo en la oscuridad
Por Michelle Collingwood


Michael llegó más temprano de lo esperado aquella noche. En el momento preciso en el que lo vi entrar por la puerta, experimenté una euforia indescriptible. En mi rostro pálido y enmarcado por rizos rubios, se esbozó una sonrisa tierna, sincera y locamente enamorada. Afuera había llovido y el entró empapado y estornudando.

- Michelle… Hola. – Dijo. Su rostro cansado y húmedo, me devolvió la misma sonrisa que le había regalado al verlo entrar.
- ¡Michael! – Corrí como una niña contenta directo a sus brazos masculinos y al refugio incomparable de su pecho. Lo abracé. Y estuvimos así por lo que parecía una eternidad, envueltos en un aura de magia y complicidad. Él enterró su cabeza mojada entre mis cabellos, un rincón tibio junto a mi cuello, y me susurró al oído: -“Guess what? My body missed yours… So much…”

El aliento cálido recién salido de su boca me erizó los vellos de la nuca y me hizo cerrar los ojos. Sonreí más para mí que para él y le respondí: - “So did mine”. Nos separamos por unos instantes, y el me plantó un beso cálido y suave en mis labios rosados. Le ayudé con su equipaje. Le quité la chaqueta mojada al tiempo que me contaba lo tedioso de su viaje, y mentalmente diseñaba un menú para consentirlo esa noche. Pese a lo limitadas que son mis habilidades culinarias, luego de esforzarme un poco, el resultado fue más que bueno.
- Bistec encebollado y puré de papas con pudín de chocolate como postre… Vaya, ¿quién eres y que diablos hiciste con mi novia? – Dijo, mientras me sonreía burlón.
- Muy gracioso, muy gracioso… ¿Me quedo yo o busco a tu novia?
- Ve y búscala. Por más que te parezcas a ella, al más ligero cambio, ya no eres Michelle.

- ¡Jajajajaja! – Reímos juntos.
Las luces de la ciudad iluminaban orgullosas las calles aquella noche invernal. Por la ventana divisé algunas gotitas traviesas que resbalaban por la ventana como un sinfín de corredoras que se afanan por ganar una competencia. Mis pensamientos fueron súbitamente interrumpidos por una oscuridad total, seguido por un improperio salido de los labios de Michael. Asustada, me dirigí a la cocina, y le llamé:
-¿Michael?
- Aquí estoy, no te muevas- Contestó

- Parece que ha habido problemas con el suministro de energía.

Michael tomó su encendedora y nos iluminó a los dos. Seguido aquello, revisó rápidamente la caja incrustada en la pared con los interruptores. Un olor a metal quemado llegó a mi nariz, y él diagnosticó que un fusil se había quemado.

- Hoy tendremos mala noche.– Murmuré pesimista.

- Corrección: Hoy tendremos una noche interesante. – Sonrió pícaramente él mientras rodeaba mi cintura con sus largos brazos blancos.
- Eres un hombre muy optimista Michael. En medio de la crisis energética…
- … Yo busco una manera apropiada para no dejar que nos congelemos del frío. –Dijo para terminar la frase.
- Te quiero Michael. – Le dije sonriente.
Cerré los ojos.
La brisa fría entraba por la ventana y alborotaba mis largos cabellos. Michael los apretó en un puño, y murmuró algo que me sonó a: -“Me encanta tu cabello… Me tienta a ser algo salvaje…”
Yo sonreí para mis adentros. Me giré y lo miré extasiada. Sentí como mi mirada se convertía en una invitación muda a abrazarme. El captó el mensaje, como muchas veces pasa cuando lo miro de esa manera. Nos dirigimos a la sala alfombrada y nos sentamos allí. Duramos unos minutos deliciosamente abrazados en la oscuridad, concentrados en el ritmo del otro al respirar o en el palpitar de nuestros corazones. Michael me abrazó una vez más e introdujo suavemente su mano grande para recorrer mi espalda. Desabrochó mi sostén con un movimiento hábil y rápido y me miró a los ojos.
- Eres tan bella… - Murmuró. “Y tu mirada parece decir muchas cosas… ¿O me equivoco?
- No… No te equivocas –Fue lo único que alcancé a decir.
Mis manos inquietas fueron como con voluntad propia a posarse en su nuca, y en sus cabellos. Y nos perdimos en un beso divino y profundo. El calor de sus labios carnosos y húmedos era, para mí el mejor afrodisíaco. Parecía como si estuviéramos en una cabina insonorizada, lejos del resto del mundo. Michael parecía saber las cosas pecaminosas que soy incapaz de pedir o decir, así que, escuchando mis súplicas silenciosas, alzó por mis brazos la vieja camiseta que tenía puesta en aquel momento, y seguido de esto, me despojó de mi sostén. Yo cerré instintivamente mis brazos, y nuevamente, Michael se echó a reír.

- ¡Tan linda! – Dijo.
Yo reí igual de feliz y con manos tímidas, intenté quitarle la camiseta a él también. El rompió a reír a carcajadas, y me dijo: -“Ya termina de quitármela. Yo se que quieres, y tu timidez no te deja. Así que hazlo, porque si no lo haces, yo no lo haré. Si de verdad quieres, ¡adelante!” Sentí sonrojarme hasta las orejas, y me armé de valor para quitársela. Cuando por fin dejé su torso desnudo, murmuró agarrando de nuevo mis cabellos: -“¿Ves? No es tan difícil…” Me abrazó, transmitiéndome todo el calor de hombre que su cuerpo es capaz de dar. Nos volvimos a besar, y entre beso y beso, de mis labios sólo salía su nombre. Mantuve mis ojos cerrados para abandonarme a las sensaciones. Michael envolvió en un abrazo fuerte uno de mis pechos ansiosos por sus caricias, e involuntariamente me arqueé para, pedirle más.


Mi cuerpo parecía abandonar cualquier vestigio de razón, y mis movimientos instintivos cada vez eran más fuertes. Él captó la súplica muda de mis pechos sensibles y llevó uno a su boca cálida, haciendo maravillas con sus labios, y lengua. Hizo lo mismo con el otro, y yo me aferré a su cabello como si de ello dependiera el futuro del universo. Le halé, lo apreté, y aruñé, y era cada vez más consciente del inminente bulto entre sus piernas. Mis pezones erguidos parecían necesitar tanto de su tacto como nunca lo imaginé posible y, nuestras caderas comenzaron a moverse al unísono, con frenesí; como atrapados en una danza erótica y adictiva. Era hermoso, sensual y muy primitivo al mismo tiempo.
Mientras él me besaba con ansias y devoción, me murmuraba palabras cargadas de amor y deseo.

Estábamos enamorados, y para nosotros, en aquél preciso instante, solo existía el otro. Sólo existía el amor, la belleza increíble de la realidad de que estamos vivos, y de que somos felices amándonos. Lo último que escuché salir de su boca fue:


- “Perdona si pierdo la cordura una vez más. Pero te amo y te necesito hasta lo inexplicable.”

Y nueva vez, así, de una manera tierna y apasionada, transpirando amor por cada poro de nuestra piel, fuimos un solo ser.

viernes, 12 de marzo de 2010

Historias de Michael y Michelle
-4-

Viernes, 12 de Marzo 2010
Pensamientos de cuando no estás

Por Michelle Collingwood



El chocolate humeaba a la luz de la tarde, frente a mi nariz. El apartamento se sentía triste y vacío, como cada vez que Michael no está. Voltee la cabeza como una niña ansiosa y la silueta en el marco de la puerta resultó ser un mero producto de mi imaginación. Extraño su cuerpo tibio, sus abrazos, sus besos regalados con tanto frenesí, sus caricias y su sonrisa. “He estado algo nostálgica estos días”-pensé. Las sentimientos, a medida que pasa el tiempo, tienden a fortalecerse o a debilitarse, gracias al bombardeo de experiencias que influyen en ellos. En mi caso particular, he aprendido a querer a Michael, y descubrí, en medio de los problemas y altibajos, que no lo quiero perder, y que, cada día que pasa, su existencia se hace cada vez más imprescindible para mi felicidad. "Tanto apego no es bueno, Michelle, por el bien de tu corazón" - resonó la voz de mi madre en un lugar escondido de mi cabeza romántica. "Pero, ¿cómo evitar necesitarlo?" - me cuestioné.

El sol moría lenta y hermosamente entre los altos edificios de la ciudad, haciendo en sus cristales reflejos de vivos colores. Mi mente, una vez más, se fue de viaje. Recordé a la señora que vi esta mañana. Mientras yo apretaba mi abrigo como si de ello dependiera mi vida, ella se aferraba, quizás con mas fuerza que yo a la bolsa de basura que descansaba sobre sus curtidos hombros canela. La brisa fría hacia malabares con mis vellos, cada vez más ávidos de altas temperaturas; y no pude evitar reparar en ella.

La tristeza en su mirada era profunda y dolorosa. Su vida era, por mucho, mas complicada que la de cualquiera de nosotros, los mortales comunes que gozan de un poder adquisitivo que basta para vivir tranquilo y desahogado. La imagen de la señora me calaba más profundamente que el mismo frio. Desee poder ayudarle, y llevarle consuelo, y seguridad de que, por lo menos hoy iba a comer. Deseé fervientemente poder ver, no sólo un atisbo de alivio, sino una cara feliz. Deseé poder hacer tanto por ella. Mi alma, perturbada por la situación, casi salía de un soplido por las enormes ganas que tenia de hacer algo. Pero, ¿qué?

Y pensar que vivo preocupándome por el horrible grano que acampó en mi frente al levantarme. Su mera existencia me desquiciaba. “Que tonta soy”- reflexioné.

Ese grano es muestra de que aún sigo viva, y no solo eso: Dentro de mí, hay una poderosa actividad hormonal, y el hecho de continuar viviendo me da la preciosa oportunidad de tender mi mano hacia la señora que luchaba por conseguir monedas para sobrevivir en el medio de la calle.

De vuelta a la casa, Michael me acompañó tendiendo uno de sus largos brazos por encima de mis hombros y divisó la imagen a la que apuntaban mis ojos angustiados. Luego, miró a lo lejos de la calle y me dijo: ”¿Quieres hacer algo por ella, verdad? ¿Al igual que hiciste con el perrito de hace mucho?”. Yo sonreí algo culpable por mis adentros, alcé la vista y me detuve a contemplar sus ojos verdes sin pronunciar palabra.

- Si, la vida es injusta Michy…- Murmuró más para sí.

- No debería ser asi, Michael. Esa señora no tiene suficiente para vivir. Los harapos que la cubren siempre son los mismos y se muere de frio y humedad cada vez que llueve, y sufre los azotes del calor al medio día. ¡Y pensar que anda descalza! De pronto, mi cerebro entabló una serie de emisiones de mensajes, atando ideas, para poder ayudar a la señora. “Sé que algo se me ocurrirá, pensé”

Michael solo me sostuvo la mirada y curvó sus labios perfectamente cincelados en una sonrisa comprensiva y compasiva, mientras me apretaba fuerte contra él.

Me acompañó al apartamento, le ayudé con el equipaje y al cabo de una hora, estaba saliendo de allí rumbo a un viaje de capacitación de su trabajo.

Y mi mente fue traída de un tirón al presente por un mensaje, que me hizo mostrar casi todos los dientes de mi cavidad bucal: “Yo también estoy pensando en ti, y en lo mucho que me haces falta. Todo se siente frío y vacío cuando no estás”.

Michael. Michael. Michael. Pronunciaba su nombre con un suspiro, como una chiquilla enamorada que sueña con volver a ver al chico guapo que ocupa sus pensamientos en la escuela .

Así era él. Así era yo.

“Dormiré de tu lado de la cama, mi cielo”- Textée.


martes, 2 de febrero de 2010

Crónica de un viejo amor
Por: Braulio


Creo que te quise desde siempre,
desde aquel lluvioso día,
en que llegaste al vecindario.

Tenías alambres en los dientes,
unas pecas deliciosas,
y colita de caballo.

En el colegio siempre fui tu defensor,
no sé de forma más ingenua de gritar AMOR...
Porque te amaba, te amaba,
con infantil devoción.

Y fue en la fiesta de tus quince,
cuando se rompió mi sueño
de repente en mil pedazos.
Te ví bailar toda la noche,
abrazada a tu pareja,
tan feliz entre sus brazos.

Justo esa noche yo iba a hablarte de mi amor
y mi rival al parecer, se adelantó.
Y tu alegría, cómo me hería,
alli nació el perdedor...

Fue el muchacho aquel,
qien años después,
para mi condena,
se casó contigo.

Te vi ante el altar, radiante y feliz,
como un día soñara
que fuera conmigo,
conmigo...

Y ahora me cuentan los amigos
que has vivido muchas penas,
que tu unión quedó en fracaso.
Y que te lames las heridas,
entregándote a tus hijos,
con el alma hecha pedazos.

Yo por mi parte he seguido
siendo fiel
a aquel amor que nunca antes
te confecé.

Porque aún te amo,
aún te amo,
como la primera vez...

Cuando recibas ésta carta,
tal vez ya ni me recuerdes,
han pasado veinte años.
Pero si buscas en el álbum
de la fiesta de tus quince,
no te llamarás engaño.

Yo soy el flaco que te mira con pasión,
en cada foto que aquella noche se tomó,
y el que te espera, hasta que quieras,
con la más fiel devoción...

ÉSTA ES LA CRÓNICA SINCERA...
DE UN VIEJO Y CALLADO AMOR.

ÉSTA ES LA CRÓNICA SINCERA...
DE UN VIEJO Y CALLADO AMOR.

domingo, 31 de enero de 2010

Te invito a París









¡Oh, París! Dueño de las imágenes coloridas que han cautivado mi imaginación, desde pequeña, y aún la tiene retenida. Esas imágenes que desbordan amor, arte, sonrisas y innumerables historias fascinantes. Nadie imagina, cuanto soñé con oler el aroma a romance y clasicismo impregnado en ese aire parisino.

La única diferencia de aquellos remotos tiempos de mi niñez y ahora en mi juventud, es que, esas imágenes, en las que yo aparecía sola o con mi familia, fueron cambiando para otras en las que la presencia de una silueta extraña se hace inminente; y finalmente, ese muchacho extraño y sin rostro, se desprende del disfraz, justo como lo hace la mariposa del capullo en un día cualquiera de primavera.

Ahora ese rostro es conocido para mí. Es aquel en el que se dibuja una sonrisa cautivadora, unos labios deliciosos y unos ojos de ensueño. Sé que te han elogiado tus ojos; pero, ahora te pregunto: ¿Te han dicho que guardas más que unos ojos bonitos?

En esta ocasión especial, mi tímido corazón te hará una confesión: Desde hace un tiempo, vivo en dos mundos. Uno es ese que todos conocemos, y otro es ese maravilloso mundo interior que escondes tras tu mirada esmeralda. Un mundo exótico, con millares de divinas obras de arte con las que me deleito embelesada cada vez que te miro. Date cuenta de la infinidad de destellos perfectos que guardas, alrededor de tus pupilas y más allá de ese iris verde. Quédate de pie frente al espejo, y descubre tu propio encanto, tal y como lo he hecho yo. Eres mucho más de lo que crees, porque tus pestañas rubias y castañas enmarcan dos auténticos tesoros. Reflejas ternura y pasión, ímpetu y calma al mismo tiempo, la armonía perfecta entre lo puro y lo mundano. Un ser virtuoso y magnífico con quien tengo una cita esta noche.

Sí, esta noche. No dormirás solo, porque te he tomado de la mano para que vengas conmigo a la ciudad de las luces, del romanticismo y de la magia, en un viaje sin igual. Así que, desliza tus blancos dedos por la suavidad de la almohada, despídete de ella por hoy, y finalmente, dile que hay una chica fantasiosa y con alma infantil que descabelladamente, quiere alejarte de casa.

Solamente danza conmigo en la lluvia y bajo la mirada silenciosa de la Torre Eiffel. Dame tu mano y déjame sentir por lo menos un pliegue de tu vasta piel tibia. Más aún; regálame un beso, de esos que sólo tus labios carnosos saben diseñar. De esos cálidos, húmedos y exquisitos. Mírame a los ojos, cielo mío, y bríndame una vez más el eterno éxtasis que trae tu mirada.

Déjame perderme en ella. Una y otra vez.