viernes, 12 de marzo de 2010

Historias de Michael y Michelle
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Viernes, 12 de Marzo 2010
Pensamientos de cuando no estás

Por Michelle Collingwood



El chocolate humeaba a la luz de la tarde, frente a mi nariz. El apartamento se sentía triste y vacío, como cada vez que Michael no está. Voltee la cabeza como una niña ansiosa y la silueta en el marco de la puerta resultó ser un mero producto de mi imaginación. Extraño su cuerpo tibio, sus abrazos, sus besos regalados con tanto frenesí, sus caricias y su sonrisa. “He estado algo nostálgica estos días”-pensé. Las sentimientos, a medida que pasa el tiempo, tienden a fortalecerse o a debilitarse, gracias al bombardeo de experiencias que influyen en ellos. En mi caso particular, he aprendido a querer a Michael, y descubrí, en medio de los problemas y altibajos, que no lo quiero perder, y que, cada día que pasa, su existencia se hace cada vez más imprescindible para mi felicidad. "Tanto apego no es bueno, Michelle, por el bien de tu corazón" - resonó la voz de mi madre en un lugar escondido de mi cabeza romántica. "Pero, ¿cómo evitar necesitarlo?" - me cuestioné.

El sol moría lenta y hermosamente entre los altos edificios de la ciudad, haciendo en sus cristales reflejos de vivos colores. Mi mente, una vez más, se fue de viaje. Recordé a la señora que vi esta mañana. Mientras yo apretaba mi abrigo como si de ello dependiera mi vida, ella se aferraba, quizás con mas fuerza que yo a la bolsa de basura que descansaba sobre sus curtidos hombros canela. La brisa fría hacia malabares con mis vellos, cada vez más ávidos de altas temperaturas; y no pude evitar reparar en ella.

La tristeza en su mirada era profunda y dolorosa. Su vida era, por mucho, mas complicada que la de cualquiera de nosotros, los mortales comunes que gozan de un poder adquisitivo que basta para vivir tranquilo y desahogado. La imagen de la señora me calaba más profundamente que el mismo frio. Desee poder ayudarle, y llevarle consuelo, y seguridad de que, por lo menos hoy iba a comer. Deseé fervientemente poder ver, no sólo un atisbo de alivio, sino una cara feliz. Deseé poder hacer tanto por ella. Mi alma, perturbada por la situación, casi salía de un soplido por las enormes ganas que tenia de hacer algo. Pero, ¿qué?

Y pensar que vivo preocupándome por el horrible grano que acampó en mi frente al levantarme. Su mera existencia me desquiciaba. “Que tonta soy”- reflexioné.

Ese grano es muestra de que aún sigo viva, y no solo eso: Dentro de mí, hay una poderosa actividad hormonal, y el hecho de continuar viviendo me da la preciosa oportunidad de tender mi mano hacia la señora que luchaba por conseguir monedas para sobrevivir en el medio de la calle.

De vuelta a la casa, Michael me acompañó tendiendo uno de sus largos brazos por encima de mis hombros y divisó la imagen a la que apuntaban mis ojos angustiados. Luego, miró a lo lejos de la calle y me dijo: ”¿Quieres hacer algo por ella, verdad? ¿Al igual que hiciste con el perrito de hace mucho?”. Yo sonreí algo culpable por mis adentros, alcé la vista y me detuve a contemplar sus ojos verdes sin pronunciar palabra.

- Si, la vida es injusta Michy…- Murmuró más para sí.

- No debería ser asi, Michael. Esa señora no tiene suficiente para vivir. Los harapos que la cubren siempre son los mismos y se muere de frio y humedad cada vez que llueve, y sufre los azotes del calor al medio día. ¡Y pensar que anda descalza! De pronto, mi cerebro entabló una serie de emisiones de mensajes, atando ideas, para poder ayudar a la señora. “Sé que algo se me ocurrirá, pensé”

Michael solo me sostuvo la mirada y curvó sus labios perfectamente cincelados en una sonrisa comprensiva y compasiva, mientras me apretaba fuerte contra él.

Me acompañó al apartamento, le ayudé con el equipaje y al cabo de una hora, estaba saliendo de allí rumbo a un viaje de capacitación de su trabajo.

Y mi mente fue traída de un tirón al presente por un mensaje, que me hizo mostrar casi todos los dientes de mi cavidad bucal: “Yo también estoy pensando en ti, y en lo mucho que me haces falta. Todo se siente frío y vacío cuando no estás”.

Michael. Michael. Michael. Pronunciaba su nombre con un suspiro, como una chiquilla enamorada que sueña con volver a ver al chico guapo que ocupa sus pensamientos en la escuela .

Así era él. Así era yo.

“Dormiré de tu lado de la cama, mi cielo”- Textée.


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