sábado, 20 de marzo de 2010

A special song...

Wherever you will go
By: The Calling

So lately, I've been wonderin
Who will be there to take my place
When I'm gone, you'll need love
To light the shadows on your face
If a great wave should fall
It would fall upon us all
And between the sand and stone
Could you make it on your own

[Chorus:]
If I could, then I would
I'll go wherever you will go
Way up high or down low
I'll go wherever you will go

And maybe, I'll find out
The way to make it back someday
To watch you, to guide you
Through the darkest of your days
If a great wave should fall
It would fall upon us all
Well I hope there's someone out there
Who can bring me back to you

[Chorus]

Runaway with my heart
Runaway with my hope
Runaway with my love

I know now, just quite how
My life and love might still go on
In your heart and your mind
I'll stay with you for all of time

[Chorus]

If I could turn back time
I'll go wherever you will go
If I could make you mine
I'll go wherever you will go

jueves, 18 de marzo de 2010

Memorias de un hombre enamorado
Por Michael Locke


¿Cómo llegué a amarte?

Hurgando entre mis recuerdos de ti, una noche estrellada de abril, intenté descubrir cómo llegue a enamorarme de ti, de tus sonrisas, de tus sueños, de tus miradas, de tus anhelos. Dichoso el día en que mis ojos se posaron en tu cuerpo y nuestras existencias coincidieron en una misma hora y en un mismo lugar. Dichoso el día en que me abriste las puertas para llegar a ti.
Cuando reparé en el hecho de que te quería solo para mí como un niño egoísta, desde que me abrazaste por primera vez, me di cuenta que te quiero. Eres mi niña. Sabes a ternura y a alegría. Sabes a fantasía y a deseo. Traes felicidad a mi vida con un simple destello de tu mirada.

Hoy he de confesarte que me encanta besarte. Amo tornar carmesí la piel sensible de tus labios rosados cuando se hinchan de placer. Amo hacerte reír. Amo hacerte feliz. Amo empuñar tus cabellos y tomar posesión de tu boca. Amo tu tacto, tus caricias y cada roce de tu piel entre mis dedos. Amo que me llames “mi vida”. Amo ser tu amor. Amo descubrir mi presencia en tus suspiros. Amo ser prisionero de tus sueños y protagonista de tus realidades. Amo cuando arrastras ansiosa cada letra de mi nombre. Amo enloquecer por ti. Amo que pierdas la compostura cuando te tengo cerca. Amo cuando nuestros cuerpos convergen en una armonía perfecta. Amo hacerte estremecer con tan solo una de mis muchas miradas lascivas. Amo sentirte fogosa y dulce cuando te provoco. Amo verme reflejado en esa, tu mirada enamorada. Amo verte sonreír cada vez que me ves aproximándome a ti. Amo cuando te encadenas a mi cuerpo en un abrazo posesivo.


Y es que, te has convertido en música para un mi silencioso mundo. Me has hecho descubrir que mi vida es una obra de arte, y de paso, has traído puro color a sus líneas imperfectas.


Déjame calar cada vez más hondo en ti. Déjame mostrarte las muchas maravillas que esconde mi alma tras sus pétalos.

Permíteme, mujer, compartir mi esencia contigo y juntos, hagamos de la vida un sueño y de los sueños toda una vida.

Irremediablemente tuyo,

Michael

miércoles, 17 de marzo de 2010

Historias de Michael y Michelle

-6-
Martes 16 de Marzo 2010
De paseo por la mente de Diane
Por Michelle Collingwood


La tarde del martes, mi amiga Diane me dio la sorpresa de aparecerse por mi apartamento. Su hermoso rostro maquillado lucía abatido.

- ¡Di! ¡Qué sorpresa! – Le dije
- Hola Michy… ¿Cómo estás?
- Bien, bien. Es una verdadera sorpresa verte por aquí.

Nos sentamos un rato en medio de la sala de estar. Afuera hacía un paisaje de ensueño, entre la belleza de lo natural, en contraste con la belleza del concreto de los edificios. A juzgar por su mirada inquieta, deduje que tenía montones de cosas reprimidas que estaban a punto de salir y golpear el aire.

- ¿Qué te pasa? – Pregunté
- Yo… Eh… ¿Te gustaría acompañarme a la playa?

Sus palabras tenían un significado oculto. Ella buscaba algo más de tranquilidad. Buscaba la paz que sólo sabe ofrecer la naturaleza y sus maravillas. Decidí acompañarla y telefoneé a Michael para informarle de mi paradero.

- Cielo, estaré en la playa con Di.
- Genial. Me traes algo. – Bromeó él.
- ¿Qué quieres? ¿Granos de arena o un caracol?
- Amor, no creo que necesite más granos, ¿no crees?
- ¡Michael! - Exclamé entre risas

Oí su carcajada al otro lado de la línea y en un susurro me dijo que nos cuidáramos y que le guarde un trozo del chisme. “¡Qué hombre más chismoso!”- Pensé con cariño.

Así que, juntas nos dirigimos a la costa. La brisa fresca azotaba mi rostro risueño y sonrosado. Jugaba con mi cabellera e hizo malabares con ella. Yo me sentía simplemente feliz. A mi derecha, los cabellos caoba de Diane bailaban y lucían felices también, a diferencia de su dueña. Reparé en la tristeza inminente de sus ojos verde bosque y traté de adivinar el motivo.
- Brian… -Murmuré
- ¿Qué comes que adivinas? – Comentó con una mezcla de amargura y humor. –¿Nunca te ha pasado que una sombra se cierne sobre ti cada vez que intentas buscar la luz?

En seguida recordé la (que para ese entonces parecía linda y divertida) historia de Diane y su mejor amigo Marcus Jefferson. Me agradaba mucho en cierto modo sus personalidades conjugadas. Las cosas entre ellos parecían no requerir explicación alguna porque en el trecho que unía sus miradas, parecían descritos todos los sentimientos. Era complicidad, amistad, apoyo, cariño… Y deseo. Marcus le brindaba a Diane más que un hombro cálido en el qué ahogar sus pesares y tristezas, le ofrecía un par de oídos para escuchar sus palabras cuando era el corazón el que hablaba por ella. Le regalaba un abrazo de esos que te reconfortan hasta el más íntimo pliegue del alma. Él solía ser uno de esos chicos perceptivos y graciosos que te hacen reír con cualquier cosa y que en medio del humor, se dan cuenta hasta del destello distinto que puede tener tu mirada.

Su historia con él me recordaba a su amigo James Dampler, con quien compartí mucho más de lo que quisiera contar. James me conocía mucho. Tras su aura de risas y chistes, guardaba muchas cosas que aún en estos días no he podido comprender. Era simpático, le gustaba mucho el alcohol, los amigos, el mercadeo, la tecnología y las mujeres. Diane solía decir que le encantaba vernos juntos, porque teníamos mucha complicidad, y el era el “depravado” mientras que yo era la “tímida”. “Menuda combinación”- Sonreí por mis adentros.
Sin embargo, antes de Diane sumergirse en su aventura con Marcus, tenía un pasado hermoso y doloroso, y tenía nombre y apellido: Brian Marshall. El romance comenzó como muchos otros: Él no le gustaba, pero la buscó hasta debajo de las piedras, como si ella iba a aparecer entre una multitud de lombrices, hormigas y otros animales que suelen hacer sus hogares allí. Con el tiempo, su “amistad” crecía y crecía. Brian siempre fue, (al menos así lo percibí) de estos chicos sociales, el alma de la fiesta y sabe cómo ser dulce y encantador cuando quiere. De estas personitas que te agradan rápidamente. Pero luego se fue a vivir a Europa por un tiempo y ¡oh sorpresa! Ahora está de vuelta.

El brillo de la tarde se reflejaba en los ojos de Diane cuando me miró para decir:
- Brian es extraño, Michelle. Él desaparece y aparece como por arte de magia. Nunca puedo comprender del todo sus razones; es decir, puede ser tierno, expresivo y romántico, y a los pocos minutos tener un humor frío y distante. Lo que no comprendo es cómo demonios llegué e enamorarme tanto de él.
- No eliges de quien enamorarte, Diane. Si por eso fuera, las personas frías, crueles y malas, no tuvieran un amor, o mejor dicho, no fueran objeto de ningún delirio romántico.
- Tu y tus romances. Sueles vivir en un mundo idílico a veces, ¿sabías?
- En el mismo mundo al que te trasportas tú cada vez que Brian te mira. – Razoné.
- Ya… - Rió ella. El punto es que, no me lo he podido sacar. Se me ha hecho difícil y el nunca parece entender lo que con mis actos le explico. Yo… Quiero desatarme de él. Quiero ser libre y feliz, y vivir un romance en el que me pueda sentir querida, deseada y protegida, como el tuyo y el de Michael.

Sentí un ligero calor en las mejillas y no precisamente por el sol. Entendía perfectamente a Diane. Sobretodo, cuando arrastra las palabras “enamorarse” y “desatarse”. Me puse en sus zapatos y le comenté que el corazón a veces entiende con el tiempo, y de una manera lenta. No tienes un interruptor con el que puedas apagar la luz del amor. Lo curioso aquí es que, pese a que ella dice que quiere ser feliz, cando está con él, sí lo es. Pero también, cuando está lejos y “parece” olvidarlo, también es feliz.

- Dale tiempo al tiempo Di. Mientras tanto, piensa en ti. Reflexiona sobre lo que quieres, y bajo ninguna circunstancia uses a Marcus para olvidarte de Brian. Aunque, nadie sabe si al cabo de unos años terminas casándote con él. – Bromeé pícaramente.
- ¡Claro que no!- Se sonrojó ella.

El amor es algo curioso. Y así de curiosa es la historia de los romances de Diane. Uno salvaje. Otro tierno. Uno que no necesita explicación alguna. Otro que el nivel de explicación tiene valores negativos, porque no da ninguna.

Mientras Diane le sonreía a la costa inmersa en sus pensamientos, rogué en silencio que el tiempo le permitiera vivir una verdadera historia de amor.

Porque, definitivamente, todos necesitamos una.

domingo, 14 de marzo de 2010

Historias de Michael y Michelle

-5-

Domingo 14 de Marzo 2010
Más de un abrazo en la oscuridad
Por Michelle Collingwood


Michael llegó más temprano de lo esperado aquella noche. En el momento preciso en el que lo vi entrar por la puerta, experimenté una euforia indescriptible. En mi rostro pálido y enmarcado por rizos rubios, se esbozó una sonrisa tierna, sincera y locamente enamorada. Afuera había llovido y el entró empapado y estornudando.

- Michelle… Hola. – Dijo. Su rostro cansado y húmedo, me devolvió la misma sonrisa que le había regalado al verlo entrar.
- ¡Michael! – Corrí como una niña contenta directo a sus brazos masculinos y al refugio incomparable de su pecho. Lo abracé. Y estuvimos así por lo que parecía una eternidad, envueltos en un aura de magia y complicidad. Él enterró su cabeza mojada entre mis cabellos, un rincón tibio junto a mi cuello, y me susurró al oído: -“Guess what? My body missed yours… So much…”

El aliento cálido recién salido de su boca me erizó los vellos de la nuca y me hizo cerrar los ojos. Sonreí más para mí que para él y le respondí: - “So did mine”. Nos separamos por unos instantes, y el me plantó un beso cálido y suave en mis labios rosados. Le ayudé con su equipaje. Le quité la chaqueta mojada al tiempo que me contaba lo tedioso de su viaje, y mentalmente diseñaba un menú para consentirlo esa noche. Pese a lo limitadas que son mis habilidades culinarias, luego de esforzarme un poco, el resultado fue más que bueno.
- Bistec encebollado y puré de papas con pudín de chocolate como postre… Vaya, ¿quién eres y que diablos hiciste con mi novia? – Dijo, mientras me sonreía burlón.
- Muy gracioso, muy gracioso… ¿Me quedo yo o busco a tu novia?
- Ve y búscala. Por más que te parezcas a ella, al más ligero cambio, ya no eres Michelle.

- ¡Jajajajaja! – Reímos juntos.
Las luces de la ciudad iluminaban orgullosas las calles aquella noche invernal. Por la ventana divisé algunas gotitas traviesas que resbalaban por la ventana como un sinfín de corredoras que se afanan por ganar una competencia. Mis pensamientos fueron súbitamente interrumpidos por una oscuridad total, seguido por un improperio salido de los labios de Michael. Asustada, me dirigí a la cocina, y le llamé:
-¿Michael?
- Aquí estoy, no te muevas- Contestó

- Parece que ha habido problemas con el suministro de energía.

Michael tomó su encendedora y nos iluminó a los dos. Seguido aquello, revisó rápidamente la caja incrustada en la pared con los interruptores. Un olor a metal quemado llegó a mi nariz, y él diagnosticó que un fusil se había quemado.

- Hoy tendremos mala noche.– Murmuré pesimista.

- Corrección: Hoy tendremos una noche interesante. – Sonrió pícaramente él mientras rodeaba mi cintura con sus largos brazos blancos.
- Eres un hombre muy optimista Michael. En medio de la crisis energética…
- … Yo busco una manera apropiada para no dejar que nos congelemos del frío. –Dijo para terminar la frase.
- Te quiero Michael. – Le dije sonriente.
Cerré los ojos.
La brisa fría entraba por la ventana y alborotaba mis largos cabellos. Michael los apretó en un puño, y murmuró algo que me sonó a: -“Me encanta tu cabello… Me tienta a ser algo salvaje…”
Yo sonreí para mis adentros. Me giré y lo miré extasiada. Sentí como mi mirada se convertía en una invitación muda a abrazarme. El captó el mensaje, como muchas veces pasa cuando lo miro de esa manera. Nos dirigimos a la sala alfombrada y nos sentamos allí. Duramos unos minutos deliciosamente abrazados en la oscuridad, concentrados en el ritmo del otro al respirar o en el palpitar de nuestros corazones. Michael me abrazó una vez más e introdujo suavemente su mano grande para recorrer mi espalda. Desabrochó mi sostén con un movimiento hábil y rápido y me miró a los ojos.
- Eres tan bella… - Murmuró. “Y tu mirada parece decir muchas cosas… ¿O me equivoco?
- No… No te equivocas –Fue lo único que alcancé a decir.
Mis manos inquietas fueron como con voluntad propia a posarse en su nuca, y en sus cabellos. Y nos perdimos en un beso divino y profundo. El calor de sus labios carnosos y húmedos era, para mí el mejor afrodisíaco. Parecía como si estuviéramos en una cabina insonorizada, lejos del resto del mundo. Michael parecía saber las cosas pecaminosas que soy incapaz de pedir o decir, así que, escuchando mis súplicas silenciosas, alzó por mis brazos la vieja camiseta que tenía puesta en aquel momento, y seguido de esto, me despojó de mi sostén. Yo cerré instintivamente mis brazos, y nuevamente, Michael se echó a reír.

- ¡Tan linda! – Dijo.
Yo reí igual de feliz y con manos tímidas, intenté quitarle la camiseta a él también. El rompió a reír a carcajadas, y me dijo: -“Ya termina de quitármela. Yo se que quieres, y tu timidez no te deja. Así que hazlo, porque si no lo haces, yo no lo haré. Si de verdad quieres, ¡adelante!” Sentí sonrojarme hasta las orejas, y me armé de valor para quitársela. Cuando por fin dejé su torso desnudo, murmuró agarrando de nuevo mis cabellos: -“¿Ves? No es tan difícil…” Me abrazó, transmitiéndome todo el calor de hombre que su cuerpo es capaz de dar. Nos volvimos a besar, y entre beso y beso, de mis labios sólo salía su nombre. Mantuve mis ojos cerrados para abandonarme a las sensaciones. Michael envolvió en un abrazo fuerte uno de mis pechos ansiosos por sus caricias, e involuntariamente me arqueé para, pedirle más.


Mi cuerpo parecía abandonar cualquier vestigio de razón, y mis movimientos instintivos cada vez eran más fuertes. Él captó la súplica muda de mis pechos sensibles y llevó uno a su boca cálida, haciendo maravillas con sus labios, y lengua. Hizo lo mismo con el otro, y yo me aferré a su cabello como si de ello dependiera el futuro del universo. Le halé, lo apreté, y aruñé, y era cada vez más consciente del inminente bulto entre sus piernas. Mis pezones erguidos parecían necesitar tanto de su tacto como nunca lo imaginé posible y, nuestras caderas comenzaron a moverse al unísono, con frenesí; como atrapados en una danza erótica y adictiva. Era hermoso, sensual y muy primitivo al mismo tiempo.
Mientras él me besaba con ansias y devoción, me murmuraba palabras cargadas de amor y deseo.

Estábamos enamorados, y para nosotros, en aquél preciso instante, solo existía el otro. Sólo existía el amor, la belleza increíble de la realidad de que estamos vivos, y de que somos felices amándonos. Lo último que escuché salir de su boca fue:


- “Perdona si pierdo la cordura una vez más. Pero te amo y te necesito hasta lo inexplicable.”

Y nueva vez, así, de una manera tierna y apasionada, transpirando amor por cada poro de nuestra piel, fuimos un solo ser.

viernes, 12 de marzo de 2010

Historias de Michael y Michelle
-4-

Viernes, 12 de Marzo 2010
Pensamientos de cuando no estás

Por Michelle Collingwood



El chocolate humeaba a la luz de la tarde, frente a mi nariz. El apartamento se sentía triste y vacío, como cada vez que Michael no está. Voltee la cabeza como una niña ansiosa y la silueta en el marco de la puerta resultó ser un mero producto de mi imaginación. Extraño su cuerpo tibio, sus abrazos, sus besos regalados con tanto frenesí, sus caricias y su sonrisa. “He estado algo nostálgica estos días”-pensé. Las sentimientos, a medida que pasa el tiempo, tienden a fortalecerse o a debilitarse, gracias al bombardeo de experiencias que influyen en ellos. En mi caso particular, he aprendido a querer a Michael, y descubrí, en medio de los problemas y altibajos, que no lo quiero perder, y que, cada día que pasa, su existencia se hace cada vez más imprescindible para mi felicidad. "Tanto apego no es bueno, Michelle, por el bien de tu corazón" - resonó la voz de mi madre en un lugar escondido de mi cabeza romántica. "Pero, ¿cómo evitar necesitarlo?" - me cuestioné.

El sol moría lenta y hermosamente entre los altos edificios de la ciudad, haciendo en sus cristales reflejos de vivos colores. Mi mente, una vez más, se fue de viaje. Recordé a la señora que vi esta mañana. Mientras yo apretaba mi abrigo como si de ello dependiera mi vida, ella se aferraba, quizás con mas fuerza que yo a la bolsa de basura que descansaba sobre sus curtidos hombros canela. La brisa fría hacia malabares con mis vellos, cada vez más ávidos de altas temperaturas; y no pude evitar reparar en ella.

La tristeza en su mirada era profunda y dolorosa. Su vida era, por mucho, mas complicada que la de cualquiera de nosotros, los mortales comunes que gozan de un poder adquisitivo que basta para vivir tranquilo y desahogado. La imagen de la señora me calaba más profundamente que el mismo frio. Desee poder ayudarle, y llevarle consuelo, y seguridad de que, por lo menos hoy iba a comer. Deseé fervientemente poder ver, no sólo un atisbo de alivio, sino una cara feliz. Deseé poder hacer tanto por ella. Mi alma, perturbada por la situación, casi salía de un soplido por las enormes ganas que tenia de hacer algo. Pero, ¿qué?

Y pensar que vivo preocupándome por el horrible grano que acampó en mi frente al levantarme. Su mera existencia me desquiciaba. “Que tonta soy”- reflexioné.

Ese grano es muestra de que aún sigo viva, y no solo eso: Dentro de mí, hay una poderosa actividad hormonal, y el hecho de continuar viviendo me da la preciosa oportunidad de tender mi mano hacia la señora que luchaba por conseguir monedas para sobrevivir en el medio de la calle.

De vuelta a la casa, Michael me acompañó tendiendo uno de sus largos brazos por encima de mis hombros y divisó la imagen a la que apuntaban mis ojos angustiados. Luego, miró a lo lejos de la calle y me dijo: ”¿Quieres hacer algo por ella, verdad? ¿Al igual que hiciste con el perrito de hace mucho?”. Yo sonreí algo culpable por mis adentros, alcé la vista y me detuve a contemplar sus ojos verdes sin pronunciar palabra.

- Si, la vida es injusta Michy…- Murmuró más para sí.

- No debería ser asi, Michael. Esa señora no tiene suficiente para vivir. Los harapos que la cubren siempre son los mismos y se muere de frio y humedad cada vez que llueve, y sufre los azotes del calor al medio día. ¡Y pensar que anda descalza! De pronto, mi cerebro entabló una serie de emisiones de mensajes, atando ideas, para poder ayudar a la señora. “Sé que algo se me ocurrirá, pensé”

Michael solo me sostuvo la mirada y curvó sus labios perfectamente cincelados en una sonrisa comprensiva y compasiva, mientras me apretaba fuerte contra él.

Me acompañó al apartamento, le ayudé con el equipaje y al cabo de una hora, estaba saliendo de allí rumbo a un viaje de capacitación de su trabajo.

Y mi mente fue traída de un tirón al presente por un mensaje, que me hizo mostrar casi todos los dientes de mi cavidad bucal: “Yo también estoy pensando en ti, y en lo mucho que me haces falta. Todo se siente frío y vacío cuando no estás”.

Michael. Michael. Michael. Pronunciaba su nombre con un suspiro, como una chiquilla enamorada que sueña con volver a ver al chico guapo que ocupa sus pensamientos en la escuela .

Así era él. Así era yo.

“Dormiré de tu lado de la cama, mi cielo”- Textée.