miércoles, 17 de marzo de 2010

Historias de Michael y Michelle

-6-
Martes 16 de Marzo 2010
De paseo por la mente de Diane
Por Michelle Collingwood


La tarde del martes, mi amiga Diane me dio la sorpresa de aparecerse por mi apartamento. Su hermoso rostro maquillado lucía abatido.

- ¡Di! ¡Qué sorpresa! – Le dije
- Hola Michy… ¿Cómo estás?
- Bien, bien. Es una verdadera sorpresa verte por aquí.

Nos sentamos un rato en medio de la sala de estar. Afuera hacía un paisaje de ensueño, entre la belleza de lo natural, en contraste con la belleza del concreto de los edificios. A juzgar por su mirada inquieta, deduje que tenía montones de cosas reprimidas que estaban a punto de salir y golpear el aire.

- ¿Qué te pasa? – Pregunté
- Yo… Eh… ¿Te gustaría acompañarme a la playa?

Sus palabras tenían un significado oculto. Ella buscaba algo más de tranquilidad. Buscaba la paz que sólo sabe ofrecer la naturaleza y sus maravillas. Decidí acompañarla y telefoneé a Michael para informarle de mi paradero.

- Cielo, estaré en la playa con Di.
- Genial. Me traes algo. – Bromeó él.
- ¿Qué quieres? ¿Granos de arena o un caracol?
- Amor, no creo que necesite más granos, ¿no crees?
- ¡Michael! - Exclamé entre risas

Oí su carcajada al otro lado de la línea y en un susurro me dijo que nos cuidáramos y que le guarde un trozo del chisme. “¡Qué hombre más chismoso!”- Pensé con cariño.

Así que, juntas nos dirigimos a la costa. La brisa fresca azotaba mi rostro risueño y sonrosado. Jugaba con mi cabellera e hizo malabares con ella. Yo me sentía simplemente feliz. A mi derecha, los cabellos caoba de Diane bailaban y lucían felices también, a diferencia de su dueña. Reparé en la tristeza inminente de sus ojos verde bosque y traté de adivinar el motivo.
- Brian… -Murmuré
- ¿Qué comes que adivinas? – Comentó con una mezcla de amargura y humor. –¿Nunca te ha pasado que una sombra se cierne sobre ti cada vez que intentas buscar la luz?

En seguida recordé la (que para ese entonces parecía linda y divertida) historia de Diane y su mejor amigo Marcus Jefferson. Me agradaba mucho en cierto modo sus personalidades conjugadas. Las cosas entre ellos parecían no requerir explicación alguna porque en el trecho que unía sus miradas, parecían descritos todos los sentimientos. Era complicidad, amistad, apoyo, cariño… Y deseo. Marcus le brindaba a Diane más que un hombro cálido en el qué ahogar sus pesares y tristezas, le ofrecía un par de oídos para escuchar sus palabras cuando era el corazón el que hablaba por ella. Le regalaba un abrazo de esos que te reconfortan hasta el más íntimo pliegue del alma. Él solía ser uno de esos chicos perceptivos y graciosos que te hacen reír con cualquier cosa y que en medio del humor, se dan cuenta hasta del destello distinto que puede tener tu mirada.

Su historia con él me recordaba a su amigo James Dampler, con quien compartí mucho más de lo que quisiera contar. James me conocía mucho. Tras su aura de risas y chistes, guardaba muchas cosas que aún en estos días no he podido comprender. Era simpático, le gustaba mucho el alcohol, los amigos, el mercadeo, la tecnología y las mujeres. Diane solía decir que le encantaba vernos juntos, porque teníamos mucha complicidad, y el era el “depravado” mientras que yo era la “tímida”. “Menuda combinación”- Sonreí por mis adentros.
Sin embargo, antes de Diane sumergirse en su aventura con Marcus, tenía un pasado hermoso y doloroso, y tenía nombre y apellido: Brian Marshall. El romance comenzó como muchos otros: Él no le gustaba, pero la buscó hasta debajo de las piedras, como si ella iba a aparecer entre una multitud de lombrices, hormigas y otros animales que suelen hacer sus hogares allí. Con el tiempo, su “amistad” crecía y crecía. Brian siempre fue, (al menos así lo percibí) de estos chicos sociales, el alma de la fiesta y sabe cómo ser dulce y encantador cuando quiere. De estas personitas que te agradan rápidamente. Pero luego se fue a vivir a Europa por un tiempo y ¡oh sorpresa! Ahora está de vuelta.

El brillo de la tarde se reflejaba en los ojos de Diane cuando me miró para decir:
- Brian es extraño, Michelle. Él desaparece y aparece como por arte de magia. Nunca puedo comprender del todo sus razones; es decir, puede ser tierno, expresivo y romántico, y a los pocos minutos tener un humor frío y distante. Lo que no comprendo es cómo demonios llegué e enamorarme tanto de él.
- No eliges de quien enamorarte, Diane. Si por eso fuera, las personas frías, crueles y malas, no tuvieran un amor, o mejor dicho, no fueran objeto de ningún delirio romántico.
- Tu y tus romances. Sueles vivir en un mundo idílico a veces, ¿sabías?
- En el mismo mundo al que te trasportas tú cada vez que Brian te mira. – Razoné.
- Ya… - Rió ella. El punto es que, no me lo he podido sacar. Se me ha hecho difícil y el nunca parece entender lo que con mis actos le explico. Yo… Quiero desatarme de él. Quiero ser libre y feliz, y vivir un romance en el que me pueda sentir querida, deseada y protegida, como el tuyo y el de Michael.

Sentí un ligero calor en las mejillas y no precisamente por el sol. Entendía perfectamente a Diane. Sobretodo, cuando arrastra las palabras “enamorarse” y “desatarse”. Me puse en sus zapatos y le comenté que el corazón a veces entiende con el tiempo, y de una manera lenta. No tienes un interruptor con el que puedas apagar la luz del amor. Lo curioso aquí es que, pese a que ella dice que quiere ser feliz, cando está con él, sí lo es. Pero también, cuando está lejos y “parece” olvidarlo, también es feliz.

- Dale tiempo al tiempo Di. Mientras tanto, piensa en ti. Reflexiona sobre lo que quieres, y bajo ninguna circunstancia uses a Marcus para olvidarte de Brian. Aunque, nadie sabe si al cabo de unos años terminas casándote con él. – Bromeé pícaramente.
- ¡Claro que no!- Se sonrojó ella.

El amor es algo curioso. Y así de curiosa es la historia de los romances de Diane. Uno salvaje. Otro tierno. Uno que no necesita explicación alguna. Otro que el nivel de explicación tiene valores negativos, porque no da ninguna.

Mientras Diane le sonreía a la costa inmersa en sus pensamientos, rogué en silencio que el tiempo le permitiera vivir una verdadera historia de amor.

Porque, definitivamente, todos necesitamos una.

1 comentario:

  1. hahahahahahah me encantaaaaa!!! pero que mire a ver si se decide o su mejor a migo o el tipo que le gusta que se ponga clara...lol.
    esto me trae recuerdos jajajaj...muy original :P

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