lunes, 24 de enero de 2011


Historias de Michael y Michelle
- 9-
Pasión en jeans
Por Michelle Collingwood

Dejé las bolsas del super caer en el suelo del apartamento, tal como si de plomo se tratase.

Un par de horas atrás, había pasado por allí a cambiarme y rápidamente decidí comprar unas cosas porque tenía pensado estrenar con Mickey una de mis recetas-sin-copyright, de esas que suelo ver en internet y que me llama la atención prepararlas en casa. Sabía que él llegaría más temprano que yo ese día.

Cuando atravesé el umbral de la sala, pensé que había salido, y sin embargo, lo encontré jugando videojuegos, sentado como un niño en el suelo, y con sólo unos jeans enfundando sus estrechas caderas. Por la pretina del pantalón se vislumbraban unos calzoncillos color azul oscuro, (mi color favorito en la ropa interior masculina, he de añadir). Su cabello negro estaba revuelto, desprovisto de toda gelatina y su expresión adusta y ceño fruncido me decían lo mal que le había ido en esa ronda de juegos. Era una visión sexy y simple. Mi chico lucía masculino... Seductor... Y el lado "ligeramente" morboso de mi mente, pensaba que era todo un deleite visual, por no mencionar los detalles vergonzosos que pasaban como una película a todo color, por mi imaginación.

- Hey...¿Cómo estás? ¿Qué tal te fue? ¿Me trajiste algo? - Dijo, cambiando su expresión y apretando sus labios rosados en una petición graciosa de un beso.

- Bien... Hoy tenía muchas cosas que hacer. - Sonreí, mientras presionaba sutilmente mis labios contra los suyos. -Lo que traje fue para los dos... ¿Recuerdas la receta de la que te hablé con el pollo relleno? Pues vamos a inventar en la cocina... Tu y yo - Añadí seductoramente.

Dejé en una silla mi cartera. Me senté a un lado por un momento para descansar las piernas. El trabajo absorbía, a sinceridad, gran parte de la capacidad de uno de mis hemisferios cerebrales. Luego de haber terminado la universidad, mis prioridades habían cambiado, y, ahora tengo más tiempo para mi, como persona, como profesional... Y como mujer. En ese momento levanté la cabeza y vi a un Michael descalzo con la cabeza metida en una de las bolsas del super y sacando todas las cosas que allí se encontraban.
- Entonces... ¿Qué cosas hay aquí?
- ¡¡Hey!! ¡¡Heyy!! - Dame eso! Dije, quitándole una lata de salsa.
- Pero... Pero - Sonrió él. ¡Pensé que íbamos a cocinar!
- ¡Claro que sí! Pero déjame organizar estas cosas primero...

En ese momento, me dispuse a sacar y a organizar todo.

- Leí que el pollo se debería tomar aproximadamen... - Mis pensamientos se vieron interrumpidos por una mano áspera, que lenta y deliciosamente se deslizaba desde atrás, subía por mis costados, y, por debajo de la camiseta, atrapaban uno de mis pechos.

- ¿No quieres que te ayude? Murmuró contra mi oído, arrancando escalofríos con su aliento húmedo.
- ¿Ayudarme a qué? - Pregunté con un dejo malicioso en la voz.
- ¿Hace falta que sea más explícito?
- Supongo...
- Pues entonces, tengo que tomar al toro por los cuernos... ¿No crees?

En ese momento, él me alzó por las caderas y me sentó en la meseta de loza blancuzca de la cocina. Aprisionó mis labios en un beso brusco y me rendí a la presión de sus labios. Sus manos ávidas rápidamente me despojaron de la camiseta; se apartó ligeramente
y, se tomó unos segundos a contemplarme con esa típica mirada suya que me sacaba los colores al rostro.

- Es... ¿Lo mejor que puedes hacer? - Murmuré cuando le agarré los cabellos y se los apretaba fuertemente.

Y, como combustible con una ligera llama, su expresión cambió. Mi sostén terminó en el piso y dejó a la vista mis pechos. En la cocina, con las ventanas cerradas, hacía mucho calor. Nuestros cuerpos se movían a un ritmo enloquecido y ambos comenzábamos a sudar mientras él acariciaba con su lengua caliente mis pezones, en un suplicio dulce y exquisito, haciendo que de mi garganta escaparan gemidos espontáneos. La dureza de su entrepierna se hacía evidente y mientras yo le clavaba las uñas en su espalda sudada, él me embestía fervientemente
con sus caderas una y otra vez. Aún con los jeans puestos, Michel me abrazó, empuñó mis cabellos y con una expresión de puro placer, preguntó:

- ¿Lo sientes?
- ¿Eh...? - Pregunté atontada.
- Que si lo sientes... - Me repitió moviendo sus caderas instintiva y fuertemente contra mi pelvis.
- Ahh...! Bueno, si... - Me sonrojé. Pero... Tu... ¿Cómo lo sabes?
- Porque yo te siento a tí... - Dijo, casi en un susurro, al mismo tiempo que lamía mis labios, e iba bajando... Y más abajo... Hasta llgar a mis pechos una vez más, para succionarlos.

Mi torso se arqueaba buscando más, buscando ese infinito placer que él me podia proporcionar.

- Me encanta hacer que se pongan erectos... Es como si tu cuerpo me dijera: Si... Hazme todo lo que quieras... ¡No te detengas...!

Apreté los ojos, y gemía una y otra vez...

- Ojalá y te vieras. Salvaje, despeinada, sonrojada... Y lo mejor de todo... Excitada. - Dijo él, apartándose ligeramente. Su respiración entrecortada era sonora, y su pecho amplio subía y bajaba. Mis mejillas encendidas me decían que realmente debía tener una expresión, que, si la viera de frente, como si fuera una tercera persona, no sabría dónde diablos meter la cabeza por varios días.

- Eso es solo el comienzo de todo lo que voy a hacerte esta noche... Hoy YO tendré el mando.

Y dicho esto, me besó ardorosamente y me acarició el pelo.

Mi cabeza se tomó un pequeño tiempo para regresar de su órbita. Me sentía caliente, tonta y bastante aturdida. Por lo que, antes de bajarme de la meseta, Michael me abrazó y me cargó para bajarme por su propia cuenta. Ambos sonreímos y, recuperando un poco de mi compostura perdida, añadí:

- Como tu quieras... Con la condición de que me ayudes a cocinar y me des un masaje luego... En el baño.

Dicho esto, sonreímos y cuando me disponía a ponerme el sostén y la camiseta, él me detuvo y me dijo:

- Quédateme con esto - Dijo, dándome un delantal. Y sería genial si te quitaras esto otro... - Añadió quitándome los jeans.

Comencé a protestar temerosa y algo tímida, y luego él me dedicó una de esas miradas cargadas de un amor embriagador, tierno y seductor.

- Bueno, está bien. - Acepté atádome el delantal por detrás. - Deja tu videojuego en pausa. - Añadí. Al parecer, tú y yo vamos a tardar un poquito más de lo previsto.