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El hombre en mi menteAyer, mientras tomaba un baño en todo su esplendor, mi mente aterrizó en el aeropuerto del erotismo, una vez más.
Así, de la nada, mi sensibilidad creativa se agudizó, y deseé encontrar un motivo que me ayudara a comprender el por qué.
Aquel hombre desconocido de mi imaginación... ¿Cómo era él?
El chico sin rostro que aparecía en mis sueños, era un hombre distinto de los demás. Especial. Magnífico. Pensé: ¿Qué rayos debería hacerlo distinto? Tal vez el hecho de que pudiera ser impredecible. O un hombre decidido y sincero. Un hombre de verdad, aunque tuviera un niño jugando en su interior.
Un hombre que, de una forma u otra, tuviera esa fuerza masculina que tanto me apasionaba. Y no solo me refiero a una fuerza física, sino esa fortaleza mental y espiritual que no todos poseen. Pero al mismo tiempo, bondadoso y virtuoso. Que se detenga a pensar en los detalles de la vida, aunque sea de vez en cuando.
Lo imaginé imperfecto, a su modo.
Lo imaginé incluso como un "chico malo", rebelde, distinto y de apariencia dura, que no se dejase llevar por las estructuras de nuestros cánones sociales... Más con un dejo de amor y bondad en sus ojos; y un gran corazón capaz de amar.
Lo imaginé en una moto, con un cigarrillo descansando en sus labios, con una gitarra colgada de la espalda, y una mirada tierna y lasciva al mismo tiempo.
Lo imaginé sensual... Enigmático, espontáneo, ardiente. Lo imaginé seguro de sí mismo, inteligente, y capaz de darle un buen uso a ambos hemisferios cerebrales.
Lo imaginé gracioso, con su propia manera de pensar, y lo suficientemente independiente y seguro como para hacer que me abandone a la calidez de sus brazos y olvidarme del mundo.
Lo imaginé capaz de hacerme olvidar mis pesares con una simple caricia.
Lo imaginé conectado a mí, y compartiendo mis ideas locas de arte, color y rock and roll.
Idealicé una vez más al hombre que me hiciera temblar las rodillas, arder de placer y brillar los ojos como una colegiala feliz y completamente enamorada.
Y la visión de su torso y su piel apareció de la nada. Sin aberración alguna. Sin morbo, sin suciedad. Solo erotismo. El viril cuerpo era suave y de una anatomía armoniosa. Nada perfecto. Algo así como una obra de arte, de esas de Miguel Angel, aunque más viva de lo normal... Con un aroma lo bastante masculino como para hacer que pierda el aliento, de piel tersa y calidez sin igual.
Y justo ahí entré yo. Ardiendo en un fuego desconocido, haciéndome partícipe de mi propia fantasía, como en muchas otras ocasiones.
Me acerqué, despojada de toda pieza, abandonada y dispuesta a dejarme abrazar por ese hermoso cuerpo desnudo. Mi piel contra la suya, poniendo en alerta cada terminación nerviosa, y expresando mis deseos hasta más no poder. Cerré los ojos. Me dediqué a concentrarme en las gotas húmedas que dibujaban paisajes en el lienzo de mi cuerpo, y en un lugar, en un momento desconocidos, mi piel se unió a la suya y la imagen se volvió bella: Era la imagen de un solo ser. Estábamos hablando el lenguaje de la naturaleza humana, el lenguaje del cuerpo, del amor... Del placer.
"Dejaré los detalles de las muchas cosas que ese cuerpo era capaz de hacer para después" - Pensé.
Eché hacia atrás mi cabellera mojada y, una vez más, sonreí.
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