jueves, 10 de febrero de 2011


Historias de Michael y Michelle

- 10-

Deseos extraños y sueños prohibidos
Por Michelle Collingwood

Las tiendas del centro comercial estaban abarrotadas de chicas que aprovechaban (al igual que nosotras) las ofertas de 2 x 1 en artículos de invierno. Mi amiga Sarah había quedado conmigo para ver algunos abrigos, medias y botas que había visto en especial. Mientras tanto, afuera, los copos de nieve caían suavemente sobre las cabezas de cientos de personas que apuraban su café caliente para mantenerse tibios.

Esa mañana, ella llevaba un gorro verde limón, un sweater, unos jeans y unos botines a juego. En su cartera, su pequeño Poochie asomaba la cabeza luciendo su collar verde limón también.
Yo, por mi parte, llevaba unas orejeras azul cielo y un sweater rosa con unos pantalones azules, y unas botas altas color negro.

Sarah era mi amiga veterinaria. Amaba a los animales mucho más que yo, y no le importaba ensuciarse las manos de caca con tal de que el trasero de un perrito quede casi tan limpio como el suyo propio.

Llegamos prácticamente al unísono al pasillo cerca de la valla luminosa, nuestro lugar tradicional para encuentros de chismes.


- ¡MICHELLE! ¡HOLA SWEETIE!

Ante el estruendoso grito de mi simpática amiga, Poochie levantó las orejas como dos parábolas intentando descubrir por qué su dueña era tan bullosa y siempre lo sacaba de sus sueños perrunos.

- ¡Hola Sarah! ¡Cuánto tiempo sin verte!
. Su rostro risueño y sonrosado lucía fresco, y sus lisos cabellos naranja daban la impresión de que se tratara de una jovencita de un lejano campo escocés.

- Ven, que tengo mucho que contarte.
Me tomó de una mano y juntas subimos al café "Il carpaccio d'Alessandro". Una vez allí, ella comenzó a contarme algo muy particular que le había pasado.

- Verás, sabes que hace no tanto, soy novia de Richard; el primo de Theresa. Es un chico fabuloso e incomparable...
me siento tan cómoda con él...

- Sí... Lo sé. - Sonreí contenta. - Pero, en realidad, no es sobre él que quiero contarte. Es John, mi querido amigo John. Verás Micha, lo que sucede con él es... Extraño. Siento "placeres extraños" con él. No entiendo por qué razón, me intriga tanto su personalidad. Es como si entrar a su mundo fuera un viaje a un espacio sideral plagado de agujeros negros, y sintiera vértigo cada vez que pienso en eso.

John, "Johnny" cariñosamente para nosotros, era el típico chico agradable y cómico, que, en varias ocasiones, miraba de un modo muy particular a Sarah. A través de sus vidriosos ojos azules, pareciera que proyectara un aura de muchas cosas que contradicen su relajada apariencia. ¿Lujuria? ¿Deseo? ¿Interés? A decir verdad, no lo sé. Pero todas nos hemos percatado de ese brillo intenso en sus ojos, y de esa sonrisa torcida tan llamativa que no nos lanza a las demás.

- ¿Por qué me sucede eso? Si, he pensado en él. Tal vez más de lo que debiera y en situaciones no muy ortodoxas que digamos. "¿Cómo sería si...?" "¿Qué pasara si...?" Son preguntas que no debo hacerme. Me hace cosquillas su tacto cálido y suave, tan diferente, y pecaminoso al mismo tiempo...

A medida que el relato de Sarah avanzaba, sus mejillas se encendían cada vez más. Preferí dejar que fuera ella la que terminara de contarme las cosas para porder aconsejarla y decirle lo que pensaba. Michael también la conocía. A pesar de que ellos no hablan a menudo, en varias ocasiones suele decirme que Sarah, detrás de su rostro aniñado, pareciera esconder cosas que la averguenzan, y que no puede contar a los demás.

- Imaginé su cuerpo, Michelle. ¡Su cuerpo...! Y no precisamente con mucha ropa. Imaginé su cuerpo alto y su pelo de rizos rojizos desparramados en mis pechos a medida que trazaba más abajo un camino húmedo con su lengua (seguramente) experta. Nos imaginé tocándonos, y él enseñándome a descubrir lo que hay más allá de mi piel... Mostrándome... Placeres extraños. Nos imaginé en un rincón solitario, lejos de los ojos de los demás, con paredes de piedra y unas pocas flores pequeñas como testigos de nuestro encuentro. Lo imaginé aprisionando mis manos y mis caderas contra las suyas, mientras me susurraba las muchas cosas que quería hacerme en cada centímetro de piel expuesta.

Ella, a diferencia de mí, "creía" que tenía experiencia con los chicos. Su timidez disfrazada, a más de uno ha podido engañar. Con su actitud fresca y despreocupada albergaba una chica ansiosa por descubrir lo que muchas otras ya sabemos muy bien. Quería explorar y dejarse explorar por unas manos expertas que la lleven al borde del éxtasis.

- Pero tengo miedo. Miedo a pecar. Miedo a sentirme misarable y culpable. Miedo a caer en las manos de un chico que, puede desear montones de chicas y arrastraslas. Yo no soy una cualquiera. No quiero jugar su juego... Pero... Es muy... Complicado. ¿Crees que pueda ser adictivo? ¿Qué tan arrebatadora puede ser una curiosidad por... "Lo prohibido¨?


No sabía qué rayos decirle. Mientras Michael había salido con James y con Brian, a reparar su moto, yo estaba inmersa en unos pensamientos ajenos. Mi amiga se sentía perdida, y nublada ante semejante oleada de súbito placer, que la ponían nerviosa en frente de su querido amigo John.


- Él... Es un hombre Michelle... - Sururró levantando sus ojos verde claro.


- ¡¡¡Jajajajaja!!!... Lo sé, Sarita, lo sé. Por primera vez te estás dando cuenta de que él no es solamente "tu querido amiguito Johnny". Es un hombre. Siente. Padece. Y desea.

"Qué complicadas son las relaciones entre hombres y mujeres", - Pensé por mis adentros. Bajé mi vista a la taza de chocolate que tenía entre mis manos, y le sonreí cariñosamente mientras la fría brisa matutina alborotaba mis rubios cabellos.

Y di un sorbo largo y profundo, para poder aclarar la cabeza y asimilar los confundidos y poco decentes pensamientos de mi amiga.
Bebí de nuevo... Y respiré profundo.

En ese momento, fue lo único de lo que fui capaz de hacer.

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