jueves, 24 de febrero de 2011

Historias de Michael y Michelle


- 11-

Pesadillas, oscuridad y otros demonios


Estaba absorta en el relato de la buena Katie acerca de su nuevo espacio en un programa de TV. Mi amiga, la pecosa de actitud vivaz y desinteresada, nos contaba con lujo y detalles, lo que captaba su interés, además de practicar deportes todos los días. En un momento de desconexión mental, mi cabeza, media nublada, fue dando paso, de los colores pasteles de los pijamas de mis amigas, a una dimensión desconocida. Las sábanas rosas estampadas de Diane eran suaves y cómodas, además de que tenían un fresco aroma a lavanda... Y una súbita oscuridad se cernía sobre mí, y yo no era consciente de cómo o a dónde iba. Sólo podia sentir la cruda frialdad de esa extraña y vaporosa mancha negra, que, por una razón para ese entonces desconocida, me apretaba, casi hasta la asfixia, en alguna parte de mi cuerpo.

No era nadie. Era... Algo.

En un instante de locura, abrí mis ojos azules como dos platos enormes y los cabellos de mi nuca se pegaban por el sudor de mi piel pálida. Mi mirada desorbitada trataba a tientas de ubicarme en un lugar y un espacio. Las paredes que me rodeaban, parecían un laberinto de colores borrosos y mezclados, como si de un caleidoscopio del terror se tratase. Lo único que recuerdo de aquel súbito arrebato de descontrol mental, es haber escuchado un grito desgarrador salir de mi propia garganta, y haber visto con un dejo de conciencia, los rostros despavoridos y asustados de Katie, la castaña pecosa, Sarah, mi amiga pelirroja, Diana, de ojos color bosque y Theresa, la chica punk.

Mi cabeza cayó con su propio peso sobre los muslos de Diane, mientras oía a lo lejos cómo llamaba a los chicos, uno por uno, a ver cuál reaccionaba más rápido: Michael, John, Brian, James y William. Sentí a Michael tumbarse a mi lado preguntándole a las chicas que si de verdad, ese grito había sido mío. Sentí una mano cálida deslizarse bajo mi frente húmeda, por debajo de mi flequillo.

Mientras
me notaba temblorosa y nerviosa, enterraba las uñas en la sábana buscando un tipo de apoyo. En ese instante, fui presa de uno de los demonios que, inexplicablemente, puede guardar mi naturaleza humana.

- ¿Michelle? ¿Qué pasó? ¿Te encuentras bien?- Oí muy a lo lejos.

¿Qué era aquello? ¿Por qué, de esa manera tan rara, me asustó sin razón aparente?
Escuché a Diana susurrarme que ellos, todos mis amigos estaban allí; que todo iba a estar bien.

Pero, por un motivo extraño, secretamente por mis adentros, susurraba mi propia oración.
Sólo por si acaso.

¿Volvería a repetirse ese episodio de tinieblas? ¿Qué pasa si estoy completamente sola ese día?

¿Por qué me sucedió hasta el punto de gritar de manera inconsciente?

¿Por qué... A mí?

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